La celebración de este Jueves Santo la vivimos los confinados en la parroquia (sacerdote, religiosas y otro residente) como si estuviese toda la comunidad parroquial. La misa la preparamos con esmero y, aunque no hubo lavatorio de pies, después del evangelio hicimos referencia al día del Amor Fraterno presentando la jofaina con la toalla, y el símbolo de lo que hace Cáritas; también recordamos la institución del Sacerdocio prestando una estola.
Tras la misa trasladamos solemnemente a Jesús al lugar de la Reserva (o monumento) donde le adoramos en la noche y donde algunas personas pudieron acompañarlo a lo largo del día.
Me consta que muchas personas se unieron espiritualmente acompañando al Señor desde su casa, haciendo su “Hora Santa” para agradecer al Señor el regalo que nos dejó en la noche de su última cena.
No obstante la parroquia los tuvo presentes colocando en las velas del monumento el logotipo de los distintos grupos de la parroquia.
